Nueva Propuesta Lírica Popular Contemporánea FRANCISCO ALVERO El Juglar Del Amor

“VERSOS QUE ILUMINAN, PALABRAS QUE QUEMAN…”

Poemas y canciones que rugen de amor, de pareja, personal y colectiva, para la victoria cotidiana, eterna desde corazón, concreta, que involucra todas las esferas de lo humano, lo social y político- en el profundo sentido de la palabra, como sinónimo de proceder y compromiso, en la tarea de consensuar y socializar la vida y la alegría, la paz, la justicia con todo nuestro ser, cada gota, brote, a toda edad, a cada instante.




domingo, 17 de septiembre de 2017

“Paloma, vuela más alto!!!” Canción De Francisco Alvero EL JUGLAR DEL AMOR, LA PAZ Y LA LIBERTAD

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“Paloma, vuela más alto!!!”

(Te acusan de Cisne negro) 
 Huayno canción 
De Francisco Alvero EL JUGLAR DEL AMOR, LA PAZ Y LA LIBERTAD


·         Dedicado a la hermosa compañera, profesora de danzas y bailarina clásica, Perseguida política, ex presa política peruana: “Terrorista” para el poder: Maritza Garrido Lecca.



 Te acusan de cisne negro, 
Como si el negro fuera un mal color
 Peligrosa dicen ellos, has quedado libre hoy
Libre como una paloma, de brillante resplandor 
Paloma de amor y fuego, de tierna revolución!

Veinticinco años pagaste, en una oscura prisión
 Si cometiste un delito, ha sido pagado hasta hoy!

 La prensa como gallina, cacarea con ardor 
 Necesita ver tu sangre para cumplir su misión
Sólo te digo paloma, en esta humilde canción.  
Abre tus alas y vuela, de cara al sol
Vuela hacia el viento, paloma,  Viento del pueblo cantor.
Porque al volar nos demuestras Que no hay imposibles, hoy
 Paloma, paloma! Paloma

 Paloma abre tus alas, Jamás dejes de volar! 
 Por más que achiquen tu cielo, Yo se que otro nacerá!

Derechos fundamentales, por ellos hay que luchar! 
También por los ideales, yo sé que no morirán
Paloma blanca y radiante, tu si que sabes luchar! 
Por más que nublen tu cielo, El pueblo te alumbrará!

Tu vida ha sido la danza, como herramienta total 
Que tiene de malo eso, se me da por preguntar!
Tenemos los mismos derechos, a podernos expresar 
Si se cierran los caminos, paloma tu debes volar!

En que se parece el huayno, A la danza clásica dirán?
 La ópera es toda una obra, Donde la acción es vital
Por eso el arte y la vida, es lucha y canto inmortal.

De los andes a los mares, De la selva a la Ciudad 
Caen de los lagrimales, llanto, sudor y trigal
Abonando la esperanza, que en nuestras manos está 
Y aunque digan lo contrario, Mi pueblo la sembrará!

Serán gotas de conciencia, Como de paciencias y pan, 
Si la injusticia se agranda, La lucha también lo hará!!!
 Paloma de las soledades,  zorzales se suman ya! 
A cantar con las calandrias, Canciones de amor y de paz

 Paloma, vuela más alto, que no te vaya alcanzar,
 el riflero de la historia, que no te ha de perdonar
Que hayas volado tan alto, con tu ideal  
Y  hayas surcado los cielos,  sin claudicar!
Paloma, paloma! Paloma!

A mí me enseñó la vida, nunca dejar de soñar 
Tal como hizo Víctor Jara, con la guitarra luchar
Soñando un mundo distinto, de libertad 
Porque donde no hay justicia, nunca habrá paz!
Paloma, paloma! Paloma!

Podrán herirte mil veces, matarte jamás!  
Perseguirte con bravura, para lograr
Que cejes en tu coraje y tu dignidad
 Que calles en tu mensaje de libertad
Paloma… Quebrarte, nunca podrán… paloma… paloma!

Ha quedado demostrado, una vez más 
Que aunque te encierren con odio,  no lograrán!
Que te arrepientas del vuelo, sobre esta faz 
Para conseguir altura de dignidad
  Tu vuelo es aurora! Paloma! Paloma!

Como el lago de los cisnes, de pie estarás 
Junto a otras blancas palomas, has de volar, volar, volar, volar!
Mas allá del alto cielo y el ancho mar 
Divisando el horizonte para avanzar!
Paloma… Nunca callaras, Paloma, como el rojo ideal. 
Paloma… no te vencerán!

Paloma, eres ejemplo de dignidad!
 Dignidad de nuestros pueblos, que avanzan luchando ya
Por la paz y la justicia, florecerán 
Por siempre abriendo caminos de libertad
Paloma, paloma! Paloma!






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El día que el líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, 
fue capturado, la policía intervino, entre otras, la casa de Mirella, una reconocida bailarina peruana que esa noche volvía a su departamento en el barrio de Magdalena en Lima. En realidad la policía había allanado todo el edificio y detuvo a varios vecinos que los agentes creían sospechosos. A Mirella la detenían por ser amiga de una compañera de danza, la también bailarina Maritza Garrido-Lecca.
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Ese mismo día, Maritza había sido encontrada junto con el líder de Sendero Luminoso en una casa en el barrio de Surquillo.
Mirella y un par de amigos que la acompañaron esa noche al teatro quedaron rodeados por doce oficiales armados. La bailarina no entendía nada de lo que estaba pasando; toda la información la iba obteniendo por lo que se escuchaba a través de las comunicaciones que los policías tenían por la radio. La estaban llevando detenida y no sabía por qué.
– El trato que recibimos fue horrible- recuerda Mirella
Luego de su detención, Mirella estuvo quince días presa en la cárcel de la DINCOTE (Dirección Nacional Contra el Terrorismo), hasta que se demostró que no tenía ninguna vinculación con la organización.
Cuando Maritza Garrido-Lecca llegó detenida junto con los miembros de la cúpula de Sendero Luminoso, ambas amigas se vieron a los ojos:
“¿Qué hago aquí? ¿De qué se trata todo esto?”, recuerda Mirella que le dijo aún sorprendida.
“No te preocupes”, le dijo Maritza con la mirada fija, “tú vas a salir libre”.
En 1992 Perú parecía haber tocado fondo. Sendero Luminoso estaba dispuesto a entrar en la ciudad de Lima y ese mismo año, para mostrar sus intenciones, había perpetrado, entre otros, un sangriento atentado terrorista con un coche bomba en una zona exclusiva y residencial de Lima, en la calle Tarata de Miraflores. 
La explosión había dejado un saldo de 23 muertos y más de 100 heridos. La guerra hacía tiempo que ya no sólo afectaba a los campesinos, sino que ahora los limeños estaban siendo advertidos de que “la guerra popular” estaba cobrando forma en la ciudad. Poco antes, el 5 de abril de ese mismo año, el presidente Alberto Fujimori, había dado un golpe de Estado y había cerrado el Congreso con tanques militares. La violencia estaba por todas partes.
Días después de la captura, el gobierno peruano decidió mostrar a Abimael Guzmán y a su cúpula a la prensa. Los habían vestido con trajes a rayas, como los presos de las películas. El “Presidente Gonzalo” estaba dentro de una jaula gritando arengas y levantando un puño.
 Entre los capturados había alguien que a muchos les llamó la atención. Se trataba de una muchacha mucho más joven que el resto de los detenidos. Tenía el pelo negro azabache, los ojos claros y la tez blanca. Sus cejas pobladas estaban siempre fruncidas. La presentaron como Maritza Garrido-Lecca, de 27 años.
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 De todos los detenidos era la única que destacaba por su belleza. Estaba con las manos atrás, esposada y custodiada por dos oficiales.
-¡Vende patrias! ¡Lo que quieren es matar al presidente Gonzalo! -gritó ella iracunda, mientras algunos periodistas la insultaban- ¡Hay que defender la vida del Presidente Gonzalo!
Los periodistas no dejaban de hacerle fotos.
-Creo que hacer eso fue un error que me ha perjudicado mucho — dice Maritza en el patio del penal donde está recluida, un domingo por la tarde—. Yo pensé que teníamos las horas contadas y que enseguida nos iban a matar. Tenía que decir lo que pensaba.
El patio del pabellón A del penal de mujeres Chorrillos tiene varias mesas dispuestas alrededor, donde las acusadas por terrorismo conversan con sus familiares y amigos. 
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Los domingos es el día de visita masculina, pero también se ve a varios niños pequeños que corretean y juegan bajo el sol. Tras ser anunciados, Maritza se acerca con una sonrisa y nos saluda cordialmente.
Luego de seguirla hasta una mesa con sombrilla, Maritza nos invita a sentar. Va vestida con un pantalón marrón, una camiseta color turquesa y sandalias en los pies. Lleva el pelo amarrado y un par de canas asoman por su cabeza. De sus orejas cuelgan un par de pendientes de color violeta en forma de tréboles de cuatro hojas. Cuando cruza las piernas, comenzamos a charlar.
-Lo que me interesa ahora mismo es ver hacia el futuro -dice Maritza en algún momento de la conversación-. El pasado y lo que me trajo a la cárcel, para mí, es ya un capítulo cerrado. Lo que se debe buscar es que la sociedad peruana, en su conjunto, cierre el capítulo y pase a otro momento de la historia.
ZORBA EL GRIEGO
En agosto de 2003 el informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Perú
 concluyó que la cifra estimada de víctimas entre 1980 y 2000 fue de 68.820 personas. Una cifra que supera el número de víctimas sufridas en todas las guerras externas e internas de los 192 años de vida independiente del Perú.
Casi la mitad fueron reponsablidad de Sendero Luminoso. El 70% de las víctimas eran campesinas.
-Creo que es fundamental reconocer los errores y pedir disculpas. Pero también creo que deberían analizarse los hechos en el contexto histórico en el que ocurrió todo. No me corresponde a mí hacer ese análisis. Lo que hubo aquí fue una guerra que surgió de las entrañas del Perú- dice Maritza.
En mayo de 1980, Sendero Luminoso le declaró oficialmente la guerra al Estado peruano. Ocurrió el mismo día que se celebraban las primeras elecciones presidenciales en 17 años, tras dos gobiernos militares.
Sendero Luminoso hizo esta declaración a través de un acto claramente incendiario y antidemocrático: quemando urnas electorales en una pequeña localidad de la serranía andina. Desde entonces comenzaron una serie de sabotajes, aniquilamientos, atentados con coches-bomba y el terror comenzó a propalarse por toda la sierra sur y centro del Perú, hasta ir alcanzando la ciudad. El objetivo de Guzmán era llegar al poder a través de la “guerra popular” y desestabilizar todas las instituciones que él consideraba “burguesas” y reemplazarlas por un régimen revolucionario campesino comunista-maoísta.
La presencia femenina en Sendero Luminoso se remonta, sin embargo, a varios años atrás, en la década de 1960, cuando adoctrinaban estudiantes en la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho. Ahí, Abimael Guzmán había montado la Escuela de Aplicación en Educación, donde se agrupaban sobre todo parejas. Ahí fue donde las primeras mujeres se vincularon a la organización.
-Desde entonces, Abimael Guzmán se acostumbró a estar rodeado de mujeres -dice el General (R) Marco Miyashiro,
 uno de los responsables de su captura.
Dentro de esas mujeres había una ex monja encargada de la logística que se llamaba Nelly Evans. En 1991 Evans cayó en una casa junto con información muy valiosa e importante acerca de la organización. En esa vivienda también aparecieron unos vídeos de Guzmán bailando al estilo de la película Zorba el Griego.
 Para los policías ese video fue fundamental porque por fin le veían la cara a Guzmán, que hasta ese momento estaba rodeado de un halo de misterio.
Nelly Evans era la tía de Maritza Garrido-Lecca.
Maritza había nacido en el seno de una familia limeña de clase media alta como la gente que vive en el barrio de Tarata en Miraflores. Sus padres, católicos y conservadores, se habían preocupado de educar a su hija en un colegio religioso, donde Maritza era la primera en apoyar obras de protección social. Ella era la menor de 5 hermanos que siempre estaban al tanto de lo que hacía o dejaba de hacer.
-Mi madre era como la gallina que cuida a los pollitos —recuerda Maritza—. Siempre detrás de mí. Y eso era algo que, como a todo joven, no me gustaba mucho.
Al igual que su tía, Maritza fue muy religiosa durante su infancia. Además le gustaba el arte. Desde muy pequeña sus padres supieron detectar la enorme destreza que su hija tenía para la danza y la matricularon en el Ballet de Miraflores y luego en el Ballet Nacional
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donde pudo desarrollar su talento. Un día, su tía Maureen, también bailarina, le abrió las puertas de su casa y la introdujo en la danza contemporánea.
—Ella siempre fue muy buena bailando —recuerda Maureen, que la noche de la captura no estaba en su casa y se salvó de pasar esos 15 días en la cárcel—. Tenía una personalidad muy fuerte sobre el escenario.
Maureen, de 58 años, ha preferido pasar página y borrar a Maritza de su vida. Por eso nunca la ha ido a visitar a la cárcel.
—Mucha gente de su entorno nos hemos visto perjudicados con lo que ella hizo —dice Maureen, refiriéndose, entre otros, a su tío Celso Garrido-Lecca 
y su novia, la bailarina Patricia Awapara, que tuvieron la mala suerte de ir a visitar a Maritza el mismo día que la policía montó la operación—. Yo le ofrecí todo lo bueno que sabía, pero ella escogió lo que escogió. Fue su decisión.
EL CAMBIO
Desde muy joven Maritza había tratado de salir de su entorno familiar. Se había casado muy joven con Saúl Mankevich, un publicista argentino de origen judío que tiempo después sería perseguido por la justicia debido a su vinculación con Fujimori y Montesinos. Sus padres lamentaron que su única hija mujer no pudiera hacerlo por la Iglesia. El matrimonio no duró mucho.
—Él representaba todo el autoritarismo familiar del que ella quería escapar —dice Norma Berrade, mimo argentina de 54 años, que también dirigió a Maritza en varías coreografías dentro de Danza Lima, agrupación creada junto con Maureen—. Ella se sentía amarrada y repitiendo la misma historia que experimentó en su familia. De un tipo de autoridad pasó a otro.
Los años ochenta en Lima fueron muy convulsos. En 1984 había surgido otra agrupación guerrillera, el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, MRTA.
 Gran parte de la juventud identificada con la izquierda peruana creía que había que hacer algo para cambiar las cosas y muchos comenzaron a simpatizar con los grupos armados. Entre ellos había un grupo de jóvenes poetas que hacían presentaciones multidisciplinares que nunca pasaban desapercibidas. Dentro de ellos había un muchacho que se llamaba Rafael. Cuando conoció a Maritza en la Universidad Católica, donde la bailarina estudió Educación, se enamoró perdidamente de ella.
—Una vez Rafael nos pidió que lo ayudáramos a conquistarla y montamos una fiesta en la que nos la presentó —cuenta Dalmacia, poeta y fotógrafa limeña nacida en 1957, muy cercana a ese grupo de muchachos que querían cambiar el país con el arte, la música y la poesía—. Maritza era una chica muy dulce y recatada en sus modales. Parecía un cervatillo de lo delicada que era.
Luego de que Maritza la ayudara a fugarse, Dalmacia se mudó a vivir con la nueva pareja.
—Para ese momento ya me había vuelto una anarquista —cuenta Dalmacia que había estudiado en la Universidad de San Marcos rodeada de senderistas—. Los de Sendero son muy dogmáticos, muy brutos. No se avienen a razones. Cuando ante las amenazas, yo les decía: “mátenme, a ver si se atreven”, los dejaba boquiabiertos. Para ellos yo era una pituca nihilista hija de un comunista. Pero respetaban mi honestidad.
Un día Dalmacia fue con Maritza a visitar a un amigo común que había caído preso luego de ser encontrado con material propagandístico subversivo. Dentro del penal, Maritza quedó deslumbrada por el discurso que los miembros de Sendero Luminoso propalaban.
—Creo que fue ahí que comencé a perder a Maritza como amiga —dice Dalmacia, que ya se conocía ese discurso y no le interesaba oírlo—. Puede que ahí comenzara su vinculación con Sendero Luminoso porque ella no dejaba de oírlos fascinada.
La vida social de Maritza parecía moverse entre su grupo de amigas bailarinas, sus amigos artistas y bohemios, y posteriormente, los miembros de la organización de Sendero Luminoso, aunque el momento exacto en que ella toma contacto oficialmente con el partido aún sigue siendo un misterio.
—Mi novio cubano me decía: “Hay algo muy raro en esa chica” —cuenta Dalmacia que después de un año se fue de aquella casa—. No nos dejaban entrar a la azotea porque la tenían cerrada con llave. Quizá ahí ya estaban ocultando algo o a alguien. No lo sé.
—Teníamos una presentación en Barcelona, pero ella decidió no ir—, cuenta Maureen—, en vez de eso se fue a Cuba y volvió algo cambiada.
A su regreso conoció al ahora preso por terrorismo, Carlos Incháustegui, 
un ingeniero de personalidad desabrida para muchos que lo conocieron. A Incháustegui le gustaba frecuentar conciertos de rock subterráneo y le gustaba pintar. Según Maritza, ambos se conocieron en la presentación de un libro de poemas.
—A mí no me caía nada bien —dice Berrade—. Él sí tenía esa onda de izquierdista pesado. Podía soltar algún comentario tipo: “en esta cafetería no entro, vamos a donde va el pueblo”.
Después de conocerlo Maritza cambió su forma de vestir —casual, juvenil y desgarbada— y empezó a llevar faldas más largas y recatadas. Ahora se recogía el pelo y según Norma, Maritza intentaba o pretendía pasar por una mujer de estrato social más bajo, más conservadora. Pero nunca dejó de bailar. Una de las coreografías que Maritza montó por aquellos años se llamó “Sueño de tortuga”, una obra colectiva en la que cada bailarina traía un tema y lo desarrollaba hasta ponerlo en escena. En aquella ocasión Maritza presentó un número donde había una bomba que explotaba y moría mucha gente.
—Desde nuestra perspectiva, en ese momento, Sueño de tortuga era una denuncia contra todo lo que estaba ocurriendo en el Perú en aquellos años —dice Norma—. Pero luego me pongo a pensar y me pregunto: ¿Nos quería decir algo con esa coreografía? ¿Quería compartir algo de lo que le estaba pasando, consciente o inconscientemente? Es algo que hasta ahora no lo sabemos.
—Creo que encontró gente con la que ella se identificó plenamente. Por aquellos años muchos hablaban de revolución a puerta cerrada. Los gobiernos militares de los años ‘70 habían reprimido mucho —reflexiona Mirella—. Creo que la cabeza de Maritza entró en centrifugado. Ella encontró valores que se acomodaban a sus sentimientos. Y en esas circunstancias optas por el palo y a luchar, o hacerte la desentendida. Ella escogió lo primero, y supo mantener su secreto hasta el final.
Minutos antes de la caída de Abimael Guzmán, el coronel Benedicto Jiménez, jefe del GEIN, -Grupo Especial de Inteligencia- no sabía a ciencia cierta que dentro de la casa de Surquillo estaba el líder de una de las organizaciones más sanguinaria de América Latina, y responsable de más 31.000 muertes. El GEIN se había constituido un par de años atrás y al principio su precariedad económica era tal, que al formarse apenas contaban con un coche destartalado, una mesa y un par de sillas. Los agentes recibían menos de mil pesos diarios y muchas veces tenían que regresar caminando a sus casas.
—No podíamos comunicarnos con nadie porque solo contábamos con un aparato de radio. ¿De qué te sirve un solo aparato de radio? —recuerda Jiménez, con una sonrisa—. Hasta que la embajada estadounidense nos brindó ayuda económica. 5 mil dólares al mes.
El objetivo del GEIN era capturar a Guzmán. Y para eso había que utilizar la inteligencia y las técnicas de rastreo. Desde la aparición de los vídeos de Abimael Guzmán bailando como Zorba el Griego en 1991, los rostros del “Presidente Gonzalo” y su cúpula, por fin, habían cobrado forma real. Los agentes constataron que estaba vivo y ahora sabían cómo era “el Cachetón”, apelativo con el que los policías se referían a él. Guzmán sabía que le estaban siguiendo los pasos y no podía quedarse a vivir en una sola casa durante mucho tiempo. Por eso tuvo que mudarse varias veces.
Una de esas casas que el GEIN comenzó a observar quedaba en el barrio de Surquillo. Los agentes policiales lo llamaron “El Castillo”. En ella vivía la bailarina Maritza Garrido-Lecca junto con su esposo, Carlos Incháustegui. Ambos aparentaban llevar una vida de pareja normal. Ella daba clases de danza en la planta baja y él simulaba salir a trabajar todas las mañanas tras despedirse de su mujer con un beso en la boca bajo el alféizar de la puerta. Lo que en realidad hacía Incháustegui era recorrer la zona y percatarse de que nadie los estuviera vigilando, acción que se conocía como “inteligencia de seguridad”. Los agentes comenzaron a escarbar y a estudiar la basura que salía de esa casa, así como cada movimiento de la pareja.
—Maritza era muy hábil y tomaba muchas precauciones —dice Jiménez—, conducía muy bien, muy rápido. A veces intentaba llevarnos hacia calles pequeñas, o sin salida, detenía el coche y salía para mirar hacia atrás. Era muy difícil seguirle el rastro cuando conducía. Desde entonces decidimos seguirlo a él solamente.
La compra de medicinas, cigarros, y ropa interior de talla más grande que la utilizada por Incháustegui hacían sospechar que en esa casa había alguien más. Los agentes de inteligencia habían detectado que entre la basura había cigarrillos. Ni Carlos ni Maritza fumaban.
—A veces ella aparecía por el barrio de Quilca (zona del casco antiguo de Lima, frecuentado por los jóvenes poetas y artistas) y compraba dos copias de cada disco —dice el músico Piero Bustos—. Luego, especulando sobre eso, nos daríamos cuenta de que una de las copias debía ser para Abimael.
Utilizar a una pareja joven y “burguesa” se había convertido en la fachada idónea para esconder a Abimael Guzmán, que luego de la aparición de los vídeos donde aparece bailando ya no podía darse el lujo de salir a la calle.
—Al parecer quien pone en contacto a Maritza con la cúpula de Sendero es su tía Nelly Evans —dice Jiménez—, que al caer, deja a su sobrina en su reemplazo. Aparte de administrar la casa y servir de fachada, Maritza cumplía una labor de contactos. Recogía dirigentes en el auto, los escondía en el maletero y los llevaba donde Guzmán. Su caso dentro de la organización es muy extraño porque en muy poco tiempo, y sin tener un pasado que la vinculara con el partido, pasó a estar al lado de Abimael Guzmán. Algo que sería muy improbable para cualquier otro miembro.
—Eran tiempos muy malos —reconoce la propia Maritza sin querer entrar mucho en detalles—. Estaban pasando (la organización) por un mal momento.
El día que allanaron “El Castillo”, dos de los agentes del GEIN habían estado simulando ser una pareja de enamorados durante toda la tarde. El apelativo de él era “Ardilla” y el de ella, “Gaviota”. Lo único que esperaban era que la puerta de la casa se abriera para poder entrar en ella y allanarla. En la vida real ambos agentes no se llevaban nada bien, pero 6 meses después de la operación terminaron casándose.
A las 8 y media de la noche del domingo 12 de septiembre de 1992, Maritza abrió la puerta de casa para despedir a su tío Celso Garrido-Lecca y a la bailarina Patricia Awapara que, sin saber nada, habían ido a visitarla. En ese momento “Ardilla” y “Gaviota” sacaron sus armas, los apuntaron y entraron en la casa luego de identificarse como policías. Carlos Incháustegui se abalanzó sobre “Ardilla” y ambos comenzaron a forcejear. El agente sólo disparó un tiro al aire para doblegarlo. Cuando los tuvieron bajo control, “Ardilla” decidió subir a la primera planta. Ahí arriba, se encontró con una improvisada pared de madera. La tiró abajo. Cuando cayó, “Ardilla” encontró a Abimael Guzmán junto con 3 mujeres más. Una de ellas era su pareja y número 2 del partido: Elena Iparraguirre,
 que inmediatamente increpó al policía a que no tocara a su líder. “No lo mates.”, le dijo. “¿Quién eres?”
Después de identificarse, “Ardilla” cogió su aparato de radio y les comunicó a sus demás compañeros:
—¡Cayó el Cachetón!
Guzmán estaba sorprendido y asustado. Carlos Incháustegui pedía que lo mataran, estaba desesperado. Según Jiménez, uno de los agentes lo tranquilizó: “Cálmate, Carlos. No te culpes”, parafrasea Benedicto. “Estaba escrito. Esto era una necesidad histórica”.
—La actitud de Maritza era altanera —dice Jiménez—, a veces pecaba de soberbia y hasta el final lo negaba todo sin saber que nosotros la habíamos grabado y fotografiado.
La primera sentencia que la bailarina recibió fue de cadena perpetua frente a un tribunal militar y sin rostro. Sentencia que luego fue cambiada a 25 años. En aquella primera ocasión la enviaron junto con el resto de acusados por terrorismo a un penal de Yanamayo,
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 a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar en unas condiciones casi inhumanas. Un año después, las autoridades militares permitieron que los medios de comunicación les hicieran una visita. Uno de esos periodistas es Ronald Velarde, entonces reportero de televisión, que encontró a Maritza con la cara irritada, cuarteada por la sequedad de la serranía andina y con pus en los labios partidos.
—No dejaba de insultarnos y escupirnos —recuerda Ronald—, estaba enfurecida, y no dejaba de gritar arengas terroristas. Me dio mucha lástima verla en esas condiciones.
Hoy, veinte años después de su captura, Maritza Garrido-Lecca se ve mucho más serena y aplomada. Ya no es la joven veinteañera de aspecto irreverente, sino que la madurez que da el tiempo es evidente. En mayo de 2007 publicó un libro, “Libertad para danzar”, donde reflexiona sobre la danza y la falta de libertad: “¿Se imagina lo que puede significar para alguien —que se expresa a través del movimiento y ha hecho de eso su forma de vida— estar encerrado en un cuarto de 2 x 2,25 metros?”
A finales del 2102 el MOVADEF (Movimiento por la amnistía y los derechos fundamentales),
 brazo político de Sendero Luminoso, levantó una polvareda en Perú al intentar inscribirse legalmente como partido. Ellos reivindican el “pensamiento Gonzalo”, doctrina que coloca a Guzmán como la cuarta espada del comunismo mundial. La primera sería Marx y Engels; la segunda, Lenin y Stalin; la tercera Mao, y la cuarta el propio Abimael Guzmán. Lo que buscaba el MOVADEF es una amnistía que dejaría en libertad a todos los presos, civiles y militares, encarcelados, durante el conflicto. Por un momento la sombra de la guerra y el terror pareció asomarse otra vez en el Perú.
—Creo que Guzmán está convencido de que va a morir en la cárcel —afirma Maritza al respecto.
—¿Volverías a hacerlo?
—No pienso hablar del pasado. Lo hecho, hecho está. Hay que verlo en el contexto en el que ocurrió todo.
—¿Qué es lo primero que harías luego de salir en libertad?
—Abrazar a mi padre. Lo que realmente me interesa ahora es mi familia. Son los únicos que han estado conmigo en todo momento. Sobre todo mis padres que la han pasado mal. En todo este tiempo he aprendido a valorar la importancia de la familia. Mi padre tiene 86 años y está enfermo, solo me gustaría que aún siga con vida para que me vea en libertad, aunque sea por un día. Luego de eso, seguir bailando.
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Cuando dan las 5 de la tarde, una de las oficiales de policía anuncia que el horario de visita ha terminado. Por un momento el patio del Pabellón A del penal de muejeres Chorrillos se llena de despidos y abrazos. Maritza dentro de poco tendrá que volver a su celda. Afuera, el sonido de la gruesa puerta metálica es estrepitoso, pero se confunde con el bullicio y el caos de la ciudad. En la calle, el olor del Océano Pacífico deja sentir su presencia.
Fuente : The Clinic















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